Los Robots pueden dejarnos sin trabajo en un futuro cercano

Los robots son ya el presente: ¿nos dejarán sin empleo?
En 1939 se exhibió, por primera vez, un robot humanoide: Elektro. Sucedió en la Exposición Universal de Nueva York, marcando un importante hito en la historia, dado que dejaban de ser parte de la ciencia ficción. Había sido diseñado y fabricado por Joseph Barnett, ingeniero de Westinghouse Electric Corporation. 

Funcionaba gracias a un sistema de válvulas de vacío, motores y poleas, lo que era, sin duda, todo un logro de la ingeniería de la época. Su aspecto era el de un “hombre de metal”, con piel de aluminio, de 2,10 metros de altura y unos 120 kilos. También conocido como el “hombre-motor”, tenía instaladas unas células fotoeléctricas dentro de sus ojos que le permitían distinguir el verde y el rojo. 

Además, caminaba hacia delante y hacia atrás, levantaba los brazos, contaba con los dedos, cantaba, pronunciaba más de setecientas palabras y, por si fuera poco, hinchaba globos y fumaba montones de cigarrillos. Tuvo mucho éxito, por lo que estuvo de exhibición por distintos países del mundo e incluso participó en varias películas de la época, interpretando, por ejemplo, el papel de “simpático” Sam Thinko en la comedia Sex Kittens Go to College en 1960. 

Hoy, sin embargo, robots como él se están convirtiendo, para muchos, en una “película de terror”, dado que amenazan los puestos de trabajo que aportan menor creatividad. Japón y China nos dan dos buenos ejemplos de que los robots son ya una realidad de nuestro presente. 

El hotel japonés Henn na (traducido como Hotel Extraño o Extravagante), sólo utiliza robots para la atención de sus huéspedes. Su propietario, Hideo Sawada, abrió sus puertas en 2015 con el objetivo de “crear el establecimiento más eficiente y productivo del mundo”. El precio por habitación está en un rango entre los 60 y los 155 dólares, muy por debajo el precio estándar de una habitación en el país. 

En China ha empezado a trabajar hace pocas semanas AnBot, un robot-policía desarrollado por la Universidad de la Defensa. Tiene una altura de 1,5 metros, un peso de 78 kg, y se mueve a una velocidad que puede llegar a los 18 km/h, pudiendo patrullar hasta ocho horas seguidas. Está preparado para socorrer a personas que necesiten ayuda, para retener e incluso atacar sospechosos y es capaz de detectar explosivos, estupefacientes y armas químicas y biológicas. 

Como ya pasó con otras tecnologías, será inevitable. Los robots son ya, de hecho, una herramienta muy valiosa para tareas concretas, apoyando con su precisión al profesional de toda la vida. Esto los ha convertido en algo esencial, por ejemplo, en el mundo médico donde ayudan cada día en operaciones de cirugía cardiaca, gastrointestinal, pediátrica y/o neurocirugía. Llegan así para sustituir habilidades manuales y de cálculo, lo que evitará que el trabajador tenga que dedicar tiempo a tareas rutinarias pudiendo dedicárselo a su creatividad. 

Sin embargo, todo esto llega con riesgos, sobre todo para las clases más desfavorecidas. Por todo ello, como firme defensora del avance de las nuevas tecnologías, me digo a mi misma: “¿Robots? Sí, pero no todo vale”. Para que todo salga bien, hay que invertir en educación y ponerle conciencia.

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