La cara del empleo precario: 8 horas de trabajo y sin contrato por 450 euros al mes

J., junto a una moto, parecida a la que usaba para hacer los repartos, tras la entrevista.


J.C.M., de 30 años, prefiere mantener el anonimato porque no quiere "señalarse". Él es uno de tantos que en Jerez y en el conjunto de España trabajan de manera precaria. Esos que no figuran en las listas del desempleo, pero que trabajan ocho o diez horas aun con un contrato de media jornada. O lo que es peor, sin estar dados de alta.

Este joven, en los últimos cinco años, ha pasado por todo esto. Pero no siempre fue así. En los albores de la crisis, con 18 años, ya trabajaba en una céntrica y conocida tienda de ropa. Tenía contrato, echaba sus ocho horas diarias y cobraba 800 euros al mes. Un buen trabajo que compaginaba, las noches de los fines de semana, repartiendo pizzas. Aun acercándose, su sueldo no llegaba a mileurista, ese término despectivo que se creó para criticar a todos aquellos que no llegaban a los mil euros al mes. Efectivamente eran otros tiempos. ¿Cuántos no darían ahora por cobrar esa miseria?
Lo cierto es que la cosa empezó a cambiar cuando el negocio en el que trabaja cierra sus puertas. Y más cuando estalla la crisis. La cuesta arriba se le hace eterna. Si para muchos con estudios y másteres encontrar un trabajo en España se convierte en una utopía, él, con estudios básicos —Graduado Escolar— mucho más. 
Tras agotar la prestación y después de dos años buscando empleo decide seguir formándose para intentar abrirse nuevas puertas. Estudia jardinería en una escuela taller y realiza durante un año y medio prácticas remuneradas entre el Zoo de Jerez y el parque periurbano de Santa Teresa. Tras este periodo volvería al paro. Los gastos que tiene en casa no le permiten hacerse con herramientas de jardinería que al menos le valgan para buscarse algún trabajo de manera autónoma.
Tras otro largo periodo en el dique seco, J. volvería a retomar los estudios, esta vez en la rama de la hostelería, viendo que en Jerez la apertura de bares y restaurantes es inversamente proporcional al número de empresas. Esta vez los estudios le sirven para algo más que para unas prácticas. Una vez finalizados no tarda en encontrar trabajo en un restaurante oriental como camarero y repartidor. Pero estamos en plena crisis y, recordemos, esto lo aprovechan muchos empresarios para manejar a su antojo a sus trabajadores, sabedores de que tienen mucho que perder y poco que ganar si se quejan. Así que nuestro protagonista se ve cobrando 600 euros con un contrato de media jornada pero trabajando ocho, de 12 de la mañana a cuatro de la tarde y de ocho a doce de la noche.
Sin ser su empleo soñado, aguanta. Es una época en la que no podía decir que no a un trabajo, más teniendo la idea de irse a vivir a un piso con su novia. Y aunque desgraciadamente el negocio cierra sus puertas a los dos años, tarda apenas unas semanas en salir de las listas del paro. 
Otro restaurante oriental sería su destino, con las mismas condiciones laborales de repartidor y camarero, además de las mismas horas de trabajo —ocho—, pero eso sí, estando de alta cuatro. Al menos su sueldo aumenta en 50 euros para situarse en los 650, y además sus jefes tienen la deferencia de pagarle los gastos de gasolina de su moto para hacer los repartos.
Sin embargo, pronto regresan los problemas. Pasados seis meses empieza a tener problemas a la hora de cobrar. Le dejan a deber mil euros y, aunque los acaba cobrando, decide no renovar de mutuo acuerdo viendo que los problemas podrían continuar en el futuro. Pero J. no deja el trabajo sin tener otro en mano. Un amigo le había comentado que un restaurante turco buscaba un repartidor. Allá que se fue, pero las condiciones laborales no son las que pensaba. Se ve trabajando ocho horas por 450 euros y sin contrato laboral. Además, y aunque le ofrecen una moto para hacer los repartos, decide usar la suya —recién comprada con sus ahorros— visto el mal estado de la que le ofrecían. “No tenía estabilidad ninguna y daba problemas al arrancar”, afirma.
Tras comenzar su vida laboral con unas condiciones más que aceptables, el descenso a los infiernos de la precariedad ha sido continuo año tras año para J. El último episodio lo ha vivido hace apenas unas semanas. Mientras llevaba un pedido a un domicilio tuvo un accidente en el que también se vio involucrado un coche. El joven cayó al suelo y perdió el conocimiento debido al fuerte impacto. No recuerda cómo pasó. Estuvo toda la noche en el hospital, donde le hicieron diferentes pruebas que descartaran lesiones neurológicas. Pero le han quedado recuerdos en forma de magulladuras, moratones y una posible fisura en una costilla, a la espera de que se lo confirmen. Desconoce, porque no tiene noticias al respecto, de si la inspección de trabajo ya ha tomado cartas en el asunto. Solo sabe que su jefe le prometió que le abonaría los 2.000 euros que le costó su moto —declarada siniestro total— y que ahora solo le ofrece 200. Ahora también le ofrece un contrato laboral —¿hubiera hecho lo mismo si no hubiera ocurrido el accidente?— pero J. solo aceptaría si le garantiza que solo trabajaría de camarero. “Ya no quiero ser repartidor nunca más. Le he cogido miedo”.
Ahora, de baja forzada por sus molestias y por tener que ir a rehabilitación, J. solo piensa en “recuperarme lo antes posible para poder volver a trabajar”. Pero no sabe aún dónde. Sus planes de futuro, esos que había centrado en irse a vivir con su novia, se le han truncado. “Tenía ahorrados mil euros, pero ya se me han ido 500 porque tengo que echar una mano en casa”, afirma. Su novia, además, apenas gana 300 euros al mes.
J. está desencantado. “Pensé hasta en montar un negocio, pero el señor Montoro ha decidido aumentar la cuota mínima de autónomo, así que es imposible”. El joven, que tampoco tiene ahorros para irse a Reino Unido a trabajar, se ve atrapado en Jerez, una ciudad que este pasado mes de agosto vio aumentar en 283 los demandantes de empleo hasta situarse otra vez al borde de los 28.000 desempleados (27.973). “Jerez no tiene futuro mientras se sigan llevando las industrias al norte de España, siga teniendo la deuda tan inmensa que tiene y siga teniendo una mentalidad pueblerina. Aquí siempre se votan a los mismos, con lo cual seguiremos igual”.

SOMOS SINDICALISTAS | Fuente: lavozdelsur | Autor: Juan Carlos Toro @CarleteToro

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