La huelga del balón pie

La huelga del balón pie
Equipo británico de fútbol con máscaras
 de gas(I Guerra Mundial)
El pasado miércoles, la Real Federación Española de Futbol anunció una huelga que comenzaría el 16 de mayo. El anuncio sorprendía a muchas personas antes de ver al F.C. Barcelona pasar por encima del Bayern de Munich. Al día siguiente algunos de esos jugadores que ganaban en el Camp Nou estaban en la rueda de prensa de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE).

La clave de este movimiento de los “trabajadores” del futbol, son los derechos televisivos sobre el deporte, firmados el pasado 30 de Abril, que de nuevo excluyen como beneficiarios a los jugadores, además de haber sido excluidos de las negociaciones. “Cuando llegó al cargo Cardenal me dijo ‘te quiero aquí, con la Liga y la RFEF, para negociar el Decreto’, pero a los 15 días ya desaparecimos”, advertía en la rueda de prensa convocada por la AFE, Luis Rubiales, su presidente, sobre las declaraciones de Miguel Cardenal, presidente del Consejo Superior de Deportes.

La huelga convocada afectaría a todos los niveles del fútbol, algo que no tiene sentido. La regulación por parte del Estado de los derechos audiovisuales, responde en gran medida a la presión ejercida por el lobby futbolístico, que tiene su máxima expresión en los clubes profesionales y en la Liga de Futbol Profesional.

Así pues, nos encontramos ante una situación prácticamente incomprensible, en la que los millonarios futbolistas se declaran en huelga, porque los clubes reciben todo el beneficio económico de la retrasmisión de partidos en TV. Algo que en cierta medida está vaciando los estadios, pero llenando las arcas de los clubes. Un negocio que se olvida de los seguidores para centrarse en los televidentes.

Hay que tener en cuenta que los jugadores son los engranajes que mueven un club, si ellos no funcionan el club no gana, ni tiene seguidores. Si el club no gana su situación económica empeora, lo que puede hacer llegar a perder la categoría. Una situación que, en empresas como los clubes de futbol, que se mueven en entornos variables, y se financian en base a futuros resultados, les puede llevar a la ruina económica. En el Estado español ya tenemos varios clubes casi nacionalizados.

Sería pues lógico, que si los jugadores son quienes hacen mover la máquina del futbol profesional, vieran el beneficio económico de la retrasmisión televisiva de partidos, directamente en sus bolsillos. Así lo hacen ligas como la Premier League, donde los jugadores se embolsan un 1,5% en porcentaje directo.
¿No tienen bastante?

Cuando pensamos en jugadores profesionales de futbol, se nos vienen a la cabeza Leo Messi, Cristiano Ronaldo, y dependiendo de la ciudad donde vivamos, a lo mejor el ídolo del equipo local. Pero la realidad es distinta.

El mundo del futbol profesional es tan desigual como el universo que le rodea. Así, son muchos los jugadores de segunda división, Liga Adelante, que con su sueldo viven mientras son futbolistas profesionales, una carrera que será más bien corta, y que terminará en torno a los 35 años, si las lesiones respetan.

Es normal que jugadores de estas categoría, en incluso de primera división, reclamen parte de unos beneficios económicos que generan con la práctica deportiva, y que en la actualidad recalan en las arcas de los clubes.

En la actualidad existe un acuerdo entre AFE y LFP que garantiza pagos mensuales mínimos de 5.375 y 3.300 al mes para Primera y Segunda. Un sueldo que se aleja de las estratosféricas cifras que cobra por poner un ejemplo Leo Messi, que en la actualidad está en torno a los 17 millones de euros por temporada.

Algo que evidencia la desigualdad existente entre unas plantillas y otras, algo que también debería haberse regulado en cuanto a derechos de televisión. Del porcentaje total de dinero que se mueve por este tipo de derechos, más del 50% del total se lo llevan el Real Madrid y el Futbol Club Barcelona. La friolera de 134 millones de euros por temporada y club.
Si la máquina se revela, destruyamos la máquina

La responsabilidad de que el futbol se haya convertido en esta máquina de crear dinero, desigualmente, es de muchos estamentos de la sociedad. Aficionados, Federaciones, Asociaciones, Ligas, televisiones, radios, prensa, camisetas… todos somos responsables de alguna forma de haber llegado a este punto.

Ahora, los propios estamentos, tratan de responsabilizarse los unos a los otros. Mientras los aficionados observan atónitos el combate a tres bandas RFEF,LFP y AFE, con un árbitro con dependencia política como es el CSD. Algo que puede resultar incomprensible, pues estábamos hablando de deporte.

La práctica deportiva del fútbol mueve en este país a millones de personas cada fin de semana. 875.000 fichas tramitó la RFEF. Lo que quiere decir que existe futbol, que éste se practica en cada rincón de nuestras ciudades y que además no es patrimonio de la LFP.

Parece que el problema ha sido, ver evolucionar un deporte de la estratosférica forma en que lo hace el futbol. Fichajes multimillonarios, en clubes de deudas igualmente multimillonarias. Sueldos de locura para chavales que todavía están en el instituto. Marcas y más marcas. Derechos de imagen. Televisiones. Pretemporadas de marketing. Una auténtica locura, que mezcla finanzas y deporte a partes iguales. Una máquina desbocada.

Así pues, nadie hablará en esta huelga de esos jugadores de tercera división, que cobran 500 euros al mes y si tienen suerte tendrán algún incentivo por victoria. Ni de aquellas jugadoras de la élite del futbol, que por el hecho de ser mujeres son ninguneadas por la RFEF.

Lo que es evidente es que el futbol moderno se ha convertido en una máquina de marketing de la que algunos, pocos, ganan mucho dinero. Una máquina que se aleja cada vez más de la práctica del futbol amateur, al que si no se llega a ningún acuerdo también harán entrar en huelga, por los derechos televisivos de una minoría.

Para el resto, el futbol sigue siendo un negocio del que no ven ni las migajas. Como otros muchos deportistas, ponen días de sus vacaciones para los desplazamientos, arriesgan sus trabajos por lesiones, para en el mejor de los casos cobrar unas escuetas primas por victoria. “El problema es que la federación es oscura, machista y un puro negocio. El botín es para quienes lo ganan, cuando en realidad el deporte debería de ser de todos quienes lo practican”, así definía este negocio Mari Mar Prieto, jugadora de futbol ya retirada.

Asumamos pues que el problema no es el de unos jugadores que acuden en Maseratti a una rueda de prensa para declararse en huelga. El problema es el fútbol. O más bien el futbol moderno, como se ha denominado a este negocio que emergió, como ahora lo conocemos, hace unos veinte años.

A mí me gusta el futbol. La autenticidad del fútbol. Esa que el negocio ha hecho trizas, pero que en algún rincón de este deporte, en ocasiones especiales, asoma. Hace quince días, el Athletic de Bilbao, rara avis balompédica, se sacaba de la manga el trofeo “One Club Player”, con el que pretenden condecorar a jugadores que hayan desarrollado toda su carrera deportiva profesional en el mismo club.

El primer galardonado fue Mathew Le Tissier, prototipo de futbolista británico de los noventa, alto y corpulento, que jugó durante 15 temporadas en el Southampton, rechazando ofertas millonarias de clubes europeos. Un jugador que un día, tuvo la brillantez de decir esta frase en una entrevista a la BBC: “Jugar en los mejores clubes es un bonito reto, pero hay un reto mucho más difícil: jugar contra ellos y ganarles. Yo me dedico a eso”.

No queda mucho de esta filosofía en el futbol moderno.

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